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La seguridad en los bancos

La seguridad en los bancos



Todo esto parte de una experiencia personal que he vivido tal día como hoy, no hace mucho. Y es que no deja de impresionarme todo lo relacionado con lo absurdo. Es así. Personalmente los bancos no es un sitio en el que me guste estar, ya que me parece uno de los sitios más sórdidos donde se puede pasar la mañana. Normalmente hay varios colectivos que predominan en ellos: los viejos, esa gente a la que le encanta ir casi a diario a actualizar su cartilla, y comer la oreja a la gente de las sucursales diciendo que les engañan por ser mayores. Su tiempo de gestión ronda entre la hora, hora y media aproximadamente. Estos son mis favoritos. Luego suele haber gente pagando recibos, gente recibiendo vajillas, gente gritando e incluso a veces gente normal. Pero bueno, qué os voy a contar yo lo que es un banco, tarde o temprano todos los sufrimos.


Pero lo que me ha pasado hoy es algo que no me había ocurrido hasta este momento.

Conoceréis aquellas puertas al entrar que se abre una, entras en un cubículo y esperas a que se abra la siguiente. Bien, esto es un sistema de seguridad para que no accedas al interior con metales, como armas de fuego, cuchillos o cualquier tipo de objeto peligroso con el que puedas atracar la sucursal. La verdad es que nunca entendí la función de estas puertas, ya que toda mi vida he entrado con todo tipo de objetos metálicos sin ningún reparo, como las llaves, cinturón, mechero o cualquier tipo de cosa corriente que se suele llevar en los bolsillos. Tampoco he tenido intención nunca de dar un golpe, aunque resulta tentador al ver tanto dinero cambiando de manos delante de ti.

He llegado a la entrada, y me he llevado una grata sorpresa al descubrir que en el interior no había nadie, y que mi turno sería inmediatamente según entrase. Pero no todo es felicidad en la casa del pobre. Me planto en frente de la puerta de seguridad, ésta se abre sin problema al pulsar el botón. Ya en el interior, suena una voz tipo loquendo en femenino diciendo: "por favor, deposite todos sus objetos metálicos en el cajón de la entrada". Estoy acostumbrado, el siguiente paso es que la siguiente puerta se abra y yo entre sin problema. No ha sido así. Me he quedado unos segundos esperando, y a nadie del interior parecía imporarle. He salido, y he vuelto a entrar. Vuelta a lo mismo. He pensado: "¿pero qué cojones pasa aquí?" Alguien en el cajero de fuera seguro que se estaba riendo de mi, o quizá no, pero me ha caido mal ese hombre. Una vez fuera de nuevo he visto aquel cajón al que se refería esa maldita voz del demonio, y he tomado la decisión de rebajarme a su voluntad y humillarme depositando mis objetos metálicos en su interior, delante de miradas ajenas. Saco mis llaves de casa, un mechero y cierro el cajón con la llave que había habilitada para ello.

Una vez hecho esto, intento acceder con toda mi confianza, no había nada que me lo pudiera impedir. Me daba la sensación de estar intentando acceder a la prisión de Magneto en lugar de a un maldito banco a pagar un puto recibo. Pero mi sorpresa mayúscula ha sido cuando esperando la apertura de puertas, esa insinuante voz ha vuelto a repetir: "por favor, deposite todos sus objetos metálicos en el cajón de la entrada". ¡PERO QUÉ COÑO! He dajado mis llaves y mi mechero fuera, pero a su vez, el llavero, y la propia llave que la entidad bancaria proporciona para guardar tus objetos metálicos, es precisamente así, de metal. El caso es me quedo mirando como un idiota y pensando: "¿qué sentido tiene?". El hombre de la sucursal al verme con la cara desencajada me ha abierto con una especie de mando de garaje, y por fin he conseguido atravesar la puerta. La pesadilla había termiando.

Una vez dentro, y mientras hacía las operaciones pertinentes aquel hombre me ha preguntado que cuando pretendía abrirme una cuenta en su banco, varias veces. No lo he hecho, además tampoco ofrecían tarjetas black. Aunque hasta los treinta creo que me salía gratis crearme mi cuenta.

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