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Catalanofobia y banderitas de España

Catalanofobia y banderitas de España



Hay veces que me cuesta diferenciar lo real de lo que no lo es, como si me hubiera hecho un lio al elegir la pastilla que Morfeo me ofreció. Esto fue lo que ocurrió el pasado domingo, día 1 de octubre, el día en que todo se volvió demasiado extraño para mí.


Comenzaba la jornada de votación del referéndum de Cataluña, aquel que fue inmediatamente ilegalizado por el gobierno de Mariano Rajoy, apoyado, por supuesto, por el PSOE, Ciudadanos y algunas fuerzas políticas de dudosa moral. Las ciudades y pueblos que forman el territorio del noreste de la Península Ibérica acudieron de forma pacífica a meter una papeleta en las urnas habilitadas para tal fin; algunos votaron "Sí" y otros "No". Tanto unos como otros, ejercían libremente al derecho a expresarse, aunque quedara únicamente como algo meramente anecdótico, ya que no iba a ser vinculante de ninguna de las maneras, de eso ya se habría encargado los anteriormente mencionados. Entonces, ¿cuál era el problema?

Vamos a partir de la base, que yo no me posiciono de ningún lado. No soy independentista, tampoco soy catalán y los nacionalismos me parecen un atraso en cualquier sentido. No obstante, sí que creo en la democracia como vía para resolver los asuntos que afectan a la ciudadanía. Esto tampoco es un escrito para mantenerme en una posición neutral como haría cualquier "demócrata liberal", como se hacen llamar los votantes del PP o C´s, ya que, obviamente, estoy totalmente a favor de que se celebre el referéndum. Pero quiero contaros la historia que viví (o sufrí) el pasado domingo.

Me levanté de la cama, quizá algo aturdido por las consecuencias de una noche de desgaste, tanto físico como moral. Quise recibir el día con la mejor de mis caras -cosa bastante difícil, teniendo en cuenta lo que os he contado-. Cuál fue mi sorpresa cuando asomé el hocico por la ventana. Como si de una película distópica se tratara, tuve que frotarme los ojos, y pese a sentirme plenamente despierto, todo había tomado un tono muy onírico: ¡las ventanas de los edificios colindantes habían aparecido empapeladas con banderas de España! ¡Que me aspen!, pensé. Como fruto de una pataleta de aquellos niños odiosos que se ponen a llorar a tu lado en el transporte público, parte de la población considerada de derechas, o lo que más me gusta a mí: del centro o del sentido común, como les gusta definirse, habían engalanado sus terrazas, ventanas y edificios de la forma más folclórica posible. Por un momento pensé que estarían rodando una de esas películas estadounidenses en las que aparece España, y no saben muy bien por qué, pero llenan todo de banderas rojigualdas. Pero no, esto era real, muy real.

Como sabéis muchos, soy madrileño, y aquí estas cosas se viven con mucha intensidad, que supongo que es lo que nos da tan mala imagen de ser una comunidad altamente derechista, que los hay, pero no tantos como nos hacen creer. Por la tarde acudí al Palacio de los Deportes a disfrutar del evento baloncestístico entre el Real Madrid y el Morabanc Andorra, y la verdad es que me temía lo peor. Situado en pleno barrio de Goya, los primos hermanos de Serrano y Barrio de Salamanca, era el escenario perfecto para recrear de nuevo esa pesadilla, pero más a lo grande que en mi humilde barrio. La cosa no sólo fue a peor, sino que además tenía más guinda, llegando a encontrarme con banderas un poquito más anticonstitucionales, y con animales voladores que dan bastante grimilla. Pero no pasa nada, pese a formar parte de la ilegalidad, se exhibía con orgullo y sin ningún tipo de consecuencia. Una vez dentro del pabellón, me sorprendió que la gente fue bastante más comedida de lo que esperaba con una afición como la que desgraciadamente tiene mi equipo que, pese a haber de todo, todavía queda mucho olor a tocino entre muchos de ellos.

Saliendo contento con la victoria, acudí al coche para volver a casa, y al leer la prensa, como llevaba haciendo prácticamente todo el día, me quedaba asombrado, viendo impotente las cargas policiales, nuevamente desmesuradas, que ni Piolín, ni el Demonio de Tazmania habían conseguido relajar durante ese bonito crucero por el Mediterraneo. Una verdadera vergüenza que será difícil de subsanar, ya que olvidar no queremos. Luego apareció el presidente del gobierno, Mariano, a decir que España es un ejemplo para todos, -os juro que no pude hacer otra cosa que reírme, de pura impotencia, frustración y odio-. Luego la prensa extranjera se encargó de poner un poco de cordura en el asunto, y lo catalogó de "vergüenza". Algo es algo.

Otra cosa que me impactó bastante, es en muchos campos de fútbol, se mostraron, como contraataque miles de banderas españolas, porque claro, esto no se puede consentir. Pero mirad qué curiosas son las cosas, aquellos que siempre decían que no había que juntar el fútbol con la política, porque les molestaba que sacaran esteladas, es bastante interesante ver como ahora, que les interesa, ahora sí. Ahora es total y absolutamente necesario hacer apología de la "libertad de expresión" para sacar a paseo aquellas banderas que estaban como locos por desempolvar. Vamos a ver, efectivamente, ambas son dos formas de libertad de expresión, y lo respeto, pero a ver si esta gente se va aclarando, porque yo lo tengo claro, mucha gente también, pero no estoy muy seguro de que estos conservadores tan democráticos lo hayan entendido muy bien.

En definitiva, si ayer os entró ese picorcillo que suele venir cuando la bilis del estómago empieza a emerger, y tuvisteis ese impulso irrefrenable de acudir al chino más cercano a conseguir vuestra bandera para ponerla en la ventana, estáis de enhorabuena, formáis parte de esa élite. Habéis entrado en el paraíso de la propaganda de un gobierno que, todavía no sé cómo lo hace, pero destruyendo España está consiguiendo que se odie a los que precisamente quieren desvincularse de aquello, y no hablo de los catalanes, sino de toda la gente que ya estamos hasta los mismísimos cojones y ovarios de esta represión a la que estamos sometidos. Que no se puede ni hablar, y que, por supuesto, se ejerce la democracia de la forma en la que quieren, y cuando quieren, que lamentablemente es nunca.

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